Investigadores de Andaltec, la Universidad de Málaga y el Instituto de Ciencias Materiales de Sevilla del CSIC desarrollaron un proyecto para la industrialización de un bioplástico obtenido de los desechos del tomate. El resultado pretende ayudar a reducir la utilización de materiales fósiles y solventar el problema de las plantas de procesado de tomate en la gestión de los residuos.
El proceso a nivel de laboratorio consta de tres fases: primero se procede al lavado de los residuos que las plantas de procesado de tomate desechan, como lo son las semillas, la piel y los tallos; después se pasa a la fase de tratamiento en la que se hace una degradación selectiva y un proceso de filtración de los deshechos que interesan de los que no; y por último se procede a la fase de neutralización, en la que se consigue precipitar el monómero que dará lugar al polímero. Lo que se obtiene es un bioplástico sintético que retiene las principales propiedades del producto natural, como son la hidrofobicidad, la no toxicidad y la biodegradabilidad. Además, una de sus características más importantes es que se adhiere al metal muy eficientemente sin necesidad de ningún adhesivo.